¿Cómo se están adaptando las empresas a los nuevos cambios tecnológicos? ¿Estamos listos para aprovecharlos? ¿Cuáles son los primeros pasos? En este blog, exploramos el complejo camino de la evolución tecnológica actual de la mano de Daniel Susaeta, Director de Fundraising de IDE Business School.
¿Cómo asimilar todo lo que está pasando actualmente con la inteligencia artificial? ¿Qué es real? ¿Qué es marketing? ¿Qué nos sirve? ¿Por dónde empezar?
A propósito de todas esas preguntas que la mayoría de directivos empresariales se están haciendo en este momento, Daniel Susaeta, Director de Fundraising, ofreció una charla de Continuidad en donde hablaba, justamente, de la nueva era: la industria 4.0 y las enormes oportunidades que abre para las organizaciones que deciden dar el salto.
El tema resultó tan apasionante, tanto para Susaeta, como para sus oyentes, que incluso dio para charlar mucho más al respecto en nuestro pódcast Mentes en Expansión. A lo largo del pódcast —en el que fue inevitable partir de una referencia entrañable a Los Jetsons (o Los Supersónicos)— se exploraron las ventajas de la nueva tecnología, las barreras de adopción y las claves para convertir el avance técnico en verdadero valor empresarial.
En este blog, retomamos los principales pasajes de la intervención de Susaeta, añadimos contexto y tejemos una narrativa coherente para que tanto directivos como emprendedores descubran, paso a paso, cómo extraer todo el potencial de esta cuarta revolución industrial sin perder de vista la importancia del conocimiento como motor competitivo.
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El punto de partida: operaciones, mercado y supervivencia

“Cuando hablamos de la innovación 4.0 se está hablando de un conjunto de tecnologías que se estaban desarrollando y que, en conjunción, iban a llegar a transformar la realidad operativa del día a día de muchas empresas”, analiza Daniel Susaeta.
Las operaciones de una empresa son, en definitiva, su realidad cotidiana: todo aquello que se hace, tanto para diseñar, producir, vender y dar soporte a bienes o servicios, como para seguir funcionando a lo largo del tiempo. Susaeta recuerda que estas operaciones pueden abordarse desde dos ángulos complementarios:
- El punto de vista del mercado. Una empresa existe porque, en algún lugar del mundo, un consumidor necesita algo y espera una respuesta eficaz.
- El punto de vista de la supervivencia. Más allá del cliente, la organización busca perdurar en el tiempo. Para lograrlo, compite por ventajas —en costes, en velocidad, en abastecimiento, en calidad— que garanticen su permanencia a largo plazo.
En un contexto global hiperdinámico, ambas perspectivas se funden: solo la compañía que innova y mejora su propuesta de valor puede satisfacer a sus clientes y persistir frente a la presión competitiva. Y aquí es donde entra en escena la industria 4.0.
El núcleo de la revolución: de lo físico a lo digital

¿Cómo podemos describir el momento actual en términos tecnológicos sin perder el norte? Susaeta lo desmenuza muy clara y hábilmente: Para él, básicamente, hay un grupo de tecnologías –sensorización, internet, pantallas, supercomputación, analítica de datos, realidad virtual, gemelos digitales, manufactura aditiva– que prometían un cambio radical… y lo han cumplido.
La digitalización de procesos, productos y modelos de negocio es un hecho: el mundo físico convive con un gemelo digital que colecciona datos en forma de big bytes; los interpreta y los vuelve acción. Ese universo numérico es la órbita sobre la que giran las soluciones 4.0 y el terreno fértil donde se gesta la próxima ventaja empresarial.
¿Pero qué significa esto para las empresas? Desde un punto de vista de supervivencia, se trata , simplemente de tener ventajas: en tiempo, en dinero, en abastecimiento, lo que fuera; y esa es una visión muy importante porque tiene que ver con perdurar en el tiempo. Y aquí estamos hablando, básicamente, de lo que una empresa tiene que hacer para adaptarse, para sobrevivir. Y esta es la visión estratégica: una perspectiva neta de competencia, muy al estilo de Michael Porter.
La idea central es clara: conocimiento + tecnología se convierten en una clara ventaja sostenible. Quien aprende a leer los datos y a traducirlos en decisiones tiene la oportunidad de moverse desde un plano de superioridad frente a sus contendientes.
Las grandes ventajas de la industria 4.0
Pero echemos un vistazo más cercano a las ventajas concretas de esta revolución tecnológica, más allá de nociones abstractas como el conocimiento. Para Daniel Susaeta, la industria 4.0 nos ofrece una serie de beneficios que debemos empezar a aprovechar, pues no hacerlo no solo nos coloca en desventaja, a la larga nos puede generar limitaciones importantes.
La industria 4.0 nos ofrece acceso a un mundo flexible en constante cambio: es la gran customización de las cosas y la capacidad de adaptarse en tiempo real a todo lo que nosotros como consumidores y usuarios podamos soñar y todo esto bañado a la máxima eficiencia.
Este acceso a un mundo expansivo y vertiginoso de crecimiento constante se expresa, sobre todo, en dos aspectos:
- Digitalización e integración de procesos: esto significa que yo puedo tener cualquier proceso del mundo ya digitalizado. Esta es una ventaja que ya está totalmente accesible y vigente. Piensa en cualquier proceso de tu empresa, el más simple y mundano. Pues ese proceso puede ser digitalizado y automatizado ahorrándote cantidades impresionantes de tiempo y dinero.
- Conectividad total: gracias a la conectividad, que acompaña la digitalización, ya podemos tener todos los procesos conectados en todas partes del mundo. Esto permite a una empresa tener “sucursales” virtuales en todas partes sin perder la eficiencia y capacidad de su “sede” original, ampliando de manera exponencial sus posibilidades de desarrollo y crecimiento.
- Interacción humano-máquina: ahora ya la interacción humano-máquina ha cambiado también absolutamente. Ya hay una desconexión entre el humano y la máquina porque ya las máquinas pueden desempeñarse de manera autónoma.
Estas tres ventajas ya me permiten digitalizar todo lo que existe en la realidad física, para hacer parametrizaciones, analizar data y mejorar y trabajar procesos e incluso, literalmente, dejar varios de ellos “en manos” de la inteligencia artificial. ¿Cómo se ve eso en la realidad concreta? Casas que se diseñan en lo digital y literalmente se imprimen en 3D en cuestión de días o procesos en los que simplemente le doy una orden compleja a una inteligencia artificial, para que esta se organice, por su cuenta, con otros “agentes ia” y lo resuelvan en conjunto, sin nuestra intervención.
Con estos cimientos —digitalización, conectividad y autonomía— las organizaciones obtienen una plataforma única para experimentar, optimizar y escalar sin los límites tradicionales de la manufactura y los servicios.
¿Cómo sacarle provecho a esta tecnología?
Para muchos directivos, en medio de este vertiginoso cambio, surge un problema: el tener demasiadas opciones y no saber cuál escoger, ni cómo implementarlo, algo que resulta muy abrumador para muchos: “La verdad es que sí son muchas cosas las que vienen con esta tecnología. Pero no es imposible juntarlas y aplicarlas [..] ¿Para qué? Para lograr un mejor mundo de cara al consumidor”, afirma Susaeta.
¿Cómo lograr una adaptación armoniosa? Para Susaeta, “se necesita un tiempo de implementación, sí. Se necesita un tiempo para comprender el impacto y se necesita un tiempo para que los procedimientos se transformen en inversiones [..] Nos va a costar; tiene todas estas dificultades; pero que (la tecnología) ya está ahí potencialmente hablando es un hecho”, reitera.
Lejos de paralizarse ante la magnitud del cambio, Susaeta recomienda interiorizar tres verdades:
- La industria 4.0 es ineludible. El mercado penalizará la inacción tarde o temprano.
- El impacto es gradual. No se trata de un interruptor que se enciende: es un proceso de madurez digital que, bien gestionado, produce retornos tangibles en cada etapa.
- La clave no es la herramienta, sino el uso. El verdadero salto proviene de cómo alineamos las posibilidades tecnológicas con la estrategia de la compañía.
El miedo a “quedarse analógico”: formación versus saturación
“Todavía hay gente que está pensando en un hacer un máster en inteligencia artificial y yo pienso que no deberían estar pensando en eso, sino en cómo estudiar la inteligencia artificial para mí, para facilitarme la vida”, comenta Susaeta, con franqueza. Y tiene mucha razón.
Las herramientas están ahí para ser probadas y dominadas con la práctica directa, más allá de la formación académica. ¡Y no hay tiempo que perder! Cada día que titubeamos pensando si “creer o no en la revolución 4.0”, literalmente alguien en otra parte del mundo está pensando en una tecnología aún más rápida y poderosa que la que apenas estás tratando de descifrar.
La reflexión apunta a un dilema frecuente: ¿necesito ser experto en todos los frentes tecnológicos para no quedarme atrás? La respuesta de Susaeta es liberadora: no hace falta coleccionar titulaciones, sino seleccionar aprendizajes que resuelvan problemas concretos y potencien el conocimiento dentro de la organización.
Pero hay que tomar las oportunidades acercarse a ellas y explorarlas: “Podemos ser esos directores de orquesta de un montón de agentes de inteligencia artificial haciendo cosas para nosotros”, vislumbra Susaeta, emocionado.
En otras palabras, un líder 4.0 debe coordinar talentos humanos y capacidades digitales —no necesariamente sustituirlos— para orquestar resultados de negocio. Esto pone el foco en competencias blandas de análisis, criterio y toma de decisiones, difíciles de automatizar pero esenciales para extraer sentido de los datos.
Tres formas de aprovechar la industria 4.0:
- Hoy tenemos la obligación de atisbar; atisbar es mirar qué se puede hacer con todas estas tecnologías.
- Trabajar a partir del concepto de producto mínimo viable; es decir, de producir cosas que sean mínimamente operativas y útiles, en lugar de esperar a hacerlo perfecto desde el primer intento.
- Formarnos en capacidades humanas: pensar, tomar decisiones, ser personas válidas y útiles en este mundo. Los seres humanos adquirirán un rol de supervisión y dirección y vamos a tener que volver a formarnos en un montón de cosas. ¿En qué? Todavía no lo sabemos.
A partir de este marco, surgen varias líneas de acción para compañías de cualquier tamaño:
1. Diagnóstico de madurez digital
Antes de lanzarse a comprar sensores o robots, es imprescindible conocer el punto de partida. Un diagnóstico identifica procesos críticos, cuellos de botella y oportunidades de automatización con retorno rápido.
2. Pilotaje ágil y escalable
El producto mínimo viable no solo aplica al desarrollo de software. En el universo industrial, un piloto bien diseñado permite medir impacto en planta o en back-office sin comprometer grandes capitales. Si los resultados acompañan, se escala; si no, se itera.
3. Gobierno del dato
La piedra angular de la industria 4.0 es el dato confiable. Esto exige políticas de calidad, ciberseguridad y accesibilidad que garanticen que los algoritmos se alimenten de información relevante y veraz.
4. Gestión del talento híbrido
Ya no basta con ingenieros o data scientists, por un lado, y operarios, por otro. Se necesitan perfiles híbridos, capaces de entender la física del proceso y el lenguaje del código, y de traducirlos en valor para el cliente.
5. Ecosistemas de colaboración
Nadie domina todo el espectro tecnológico. Crear alianzas con start-ups, universidades y proveedores de nicho permite acelerar la curva de aprendizaje y compartir riesgos.
Conclusión: evolucionar con propósito
La industria 4.0 no es una moda pasajera. Es la convergencia de tecnología digital, automatización inteligente y conocimiento aplicado que redefine las reglas del juego. Las organizaciones que aceptan esta realidad y la convierten en parte esencial de su estrategia logran mejoras sustanciales en productividad, personalización y resiliencia.
Claro que el camino está lleno de incógnitas. Requiere inversión, paciencia y, sobre todo, un liderazgo que entienda que la innovación es un proceso continuo, no un destino fijo. Como subraya Daniel Susaeta, el reto consiste en “mirar”, “experimentar” y “formarnos” para convertirnos en directores de orquesta capaces de armonizar máquinas, datos y personas.
Quien abrace esta visión descubrirá que el verdadero valor de la industria 4.0 no radica solo en la maquinaria avanzada o en la nube, sino en la capacidad colectiva de transformar información en decisiones ágiles y, por ende, en ventajas competitivas que perduran. Ese es, al fin y al cabo, el mayor provecho que podemos sacar de esta revolucionaria etapa de la historia empresarial.
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