La velocidad del cambio rebasa la capacidad de entendimiento de las empresas y organizaciones que componen la sociedad actual: diferente e inestable. La única forma de adaptarse a esta incertidumbre es acelerar a la misma velocidad que el “torbellino”; cuando se quiere mantener la estabilidad de un bote sobre aguas turbulentas, la única salida es remar más rápido que la corriente. El problema no es solamente intentar comprender los cambios tecnológicos, la globalización o las dificultades medioambientales, sino también, transformar las viejas estructuras sociales.

A fuerza de las circunstancias, las instituciones han tenido que cambiar su manera habitual de trabajo presencial por una modalidad remota, a distancia y virtual. Esto provoca una presión adicional sobre la forma de entender al ser humano, a sus interacciones con otras personas y con las máquinas. El irrespeto al planeta y su biodiversidad, obligan a evaluar la estrategia de los países para enfrentar el cambio climático, la migración por el agotamiento de los terrenos fértiles y la falta de alimentos en ciertas zonas geográficas. Entonces, la innovación política se debería imponer con nuevas estructuras de pensamiento alejadas de lo “blanco y negro”, de “izquierda o derecha”, colocando en el centro del modelo a la persona como conector de la productividad, creatividad y capacidad de re-invención para la creación de bienestar. Pero un ser humano protagonista de su destino, y  o como víctima del discurso y proteccionismo mal intencionado de grotescos personajes. Por lo tanto, se exige un redescubrimiento de la humildad, una lucha frontal contra la  anidad y la priorización de valores abandonados deliberadamente por la codicia de gobiernos y organizaciones. Poco se podrá conseguir sin una real innovación social enfocada  especialmente en la educación, eliminando el aprendizaje auto-dirigido a objetivos poco virtuosos y poniendo como prioridad malintencionada a la necesidad particular,
en lugar de la búsqueda del bien común.

Erick Beinhocker(1) hace referencia al reto que enfrenta el mundo al distinguir entre “tecnologías físicas” y “tecnologías sociales”. Las tecnologías físicas como la Automatización, Inteligencia Artificial, Software Experto, Realidad Aumentada o Impresión 3D, avanzan con el ritmo de los cambios científicos y son impulsadas por la Ley de Moore que está totalmente vigente (tal vez se vea la extinción de esta Ley cuando la Computación Cuántica esté plenamente difundida y al alcance de  todos). El crecimiento exponencial de las tecnologías físicas no permite que la humanidad tenga una comprensión plena de lo que sucede: cuando se logra dimensionar el alcance  e  un avance tecnológico, existe otro que deja obsoleto al anterior, con un tiempo de desarrollo que ya no se cuenta en décadas, sino en meses (o menos). A pesar de la  importancia de la adopción de esta clase de tecnologías para lograr  competitividad (y, como resultado, prosperidad), en los países emergentes es todavía una tarea por resolver. En el nuevo Índice Global de Inteligencia Artificial, aparecen solamente algunos países latinoamericanos como Chile (puesto 40), Colombia (45) y México (47), entre 62 naciones que mide el  ranking. Otros ni siquiera están en la lista. Empresas de países como Ecuador tienen escaso conocimiento e implementación de tecnologías físicas como lo demuestra el resultado de una investigación profunda realizada a principios del año 2020 (ver gráfico adjunto).

 

EL CRECIMIENTO EXPONENCIAL DE LAS TECNOLOGÍAS FÍSICAS NO PERMITE QUE LA HUMANIDAD TENGA UNA COMPRENSIÓN PLENA DE LO QUE SUCEDE: CUANDO SE LOGRA DIMENSIONAR EL ALCANCE DE UN AVANCE TECNOLÓGICO, EXISTE OTRO QUE DEJA OBSOLETO AL ANTERIOR.

(1) Eric Beinhocker es director ejecutivo del Instituto de Pensamiento en la Nueva Economía de la Universidad de Oxford, Reino Unido. 

 Sin embargo, la evolución de las “tecnologías sociales” es lo que más tendría que preocupar. Muchos estados no han logrado, ni siquiera, tener una hoja de ruta para apoyar la gestión de la innovación. La complejidad domina las instituciones; parece que la consigna es que a más procedimientos, reglas y sanciones es mejor. La simplicidad es un concepto devorado por la creciente burocracia y el afán de mantener el status quo. El boicot al cambio se refleja en los resultados: más tiempo, más trámites, más procesos, más costo… entre “más”, mayor estabilidad del antiguo paradigma. La poca aceleración de las tecnologías sociales, ralentizan la adopción de las tecnologías físicas porque las dos co-evolucionan.

AUTOR: DIEGO IGNACIO MONTENEGRO

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